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Dejando Rastro

By 26/02/2021 No Comments

Dejando rastro en los recuerdos de quienes visitan Madrid y parte fundamental de los domingos de la Villa, el “mercado de las pulgas” de la capital permanece impasible al paso del tiempo.

Desde que los ropavejeros y prenderos, allá por los primeros años del SXVI, instalados en el llamado “Tapón del Rastro” comenzasen a vender sus prendas viejas y usadas hasta nuestros días, el Rastro siempre ha sido un lugar de encuentro, de transacciones comerciales, de regateo y de búsqueda de lo inesperado.

El famoso mercado debe su nombre al matadero instalado en el Cerrillo (actual plaza del General Vara del Rey) desde el SXVII hasta 1928, momento en el cual se traslada al nuevo emplazamiento de Legazpi.

Los animales allí sacrificados se arrastraban cuesta abajo en dirección a las TENERÍAS o tiendas donde trabajaban los curtidores, dejando a su paso un “rastro” de sangre.

Las Tenerías se disponían en la cuesta que baja hacia el río, de ahí el nombre de la calle: RIBERA DE CURTIDORES. Este gremio confeccionaba cinturones, zapatos, monturas para los animales etc…

No olvidemos la Fábrica de Hachas de Viento, dedicada a la fabricación de hachones y velas con el sebo de los animales.

Carnicerías y tahonas van apareciendo, herramientas, ropa militar y hasta objetos robados….organizándose en desordenados tenderetes. En definitiva, un lugar donde compran las clases más bajas de la ciudad.

Será ya en el SXIX cuando aparecen los anticuarios, chamarileros y las almonedas.

Trastos viejos, muebles, alhajas y libros: producto de las herencias, desamortizaciones y de la pobreza de las gentes que vendían todo lo que tenían.

El mercadillo funcionaba sobre todo los domingos aunque progresivamente los puestos llegaron a instalarse todos los días de la semana.

Fernández De los Ríos ya dijo que “Entre tanto cachivache se encuentran objetos de mérito”, razón por la cual las clases pudientes empiezan a frecuentar el Rastro a la “búsqueda del tesoro”.

En varias ocasiones se ha tratado de trasladar el RASTRO de los puestos desmontables a otros sitios sin conseguirse.

En los 90 solo se van a permitir los puestos los domingos y se empieza a cobrar una tasa anual a los dueños de los mismos.   Se   legisla  su

cantidad (llegó a haber hasta 1700 puestos) y su tamaño, 2 o 3 metros máximo de frente.

Y aquí sigue cada domingo bajo la vigilancia de Eloy Gonzalo que, desde su altura, armado con su fusil y su bidón de gasolina, nos recuerda la gesta en el fortín cubano de CASCORRO donde él solo consiguió abatir al enemigo.

 

AMOR ARRABE MELICH

Nº CARNET DE LA CAM: 356